En nuestro país, el mayor generador de empleos es el Estado, lo que popularmente se conoce como el gobierno.
Es la lucha, la guerra por la supervivencia laboral la que en cada campaña electoral se pone en evidencia.
Necesario ganar las elecciones porque de lo contrario se pierden los empleos de contratos de prestación de servicios.
Es la condición para prolongar el reinado de funcionarios de libre nombramiento y remoción, buenos para todos los puestos.
Porque siempre los encontramos en altos cargos; en rotación permanente de los mismos recibiendo honores y beneficios.
Hasta que un día su candidato pierde.
La campaña ganadora no los va a nombrar en cargo alguno.
Perdieron las elecciones y con ello el conjunto de privilegios que la pobreza, la ignorancia o la sumisión del pueblo les hace creer que merecen.
No ha faltado el funcionario jefe que exija de sus subalternos favores sexuales o económicos.
Se convierte en obligación compartir la intimidad, o exigirle parte del sueldo porque asegura que es el responsable de mantenerles el contratico de trabajo a los que más trabajan en la campaña electoral.
No falta el jefe que pretenda tener un servidor pagado por los impuestos del ciudadano con dedicación exclusiva a los menesteres del pago de servicios, acompañar la señora al salón de belleza o al supermercado; llevar los niños al colegio y el perro a sus paseos matinales. O esperarlos en horas de madrugada a que salgan de la rumba.
Así funciona en Colombia mientras en países de tradición democrática, el señor Presidente no dispone de residencia presidencial, acude a su oficina en su vehículo personal, sin ruidosas caravanas obstruyendo el tránsito y la tranquilidad ciudadana.
Entre nosotros es diferente.
Con facilidad encontramos a un guardia de seguridad o escolta siguiendo los pasos de un ciudadano, igual a nosotros, y de su señora haciendo mercado ante la vista indignada de la ciudadanía.
El funcionario público tiene deberes siendo Importante apuntar en el referente social que sus jefes somos nosotros, los ciudadanos del común, el que hace la fila para sacar una cita médica o para pagar impuestos.
Es el motivo para esperar conocimiento de sus obligaciones y recibir elementales normas de urbanidad en la atención del público que acude a sus despachos.
Las oficinas del gobierno no son cocinas de preparación de desayunos en horas de atención al público.
El uso del celular, los correos y conversaciones del grupo de amigos no hacen parte de las funciones del empleado.
Asumir el papel de veedores ciudadanos al funcionamiento del Estado es la pretensión de la Constitución Política de Colombia del año 1991.
Es la forma de entender el llamado al orden, a responder por presuntas irregularidades de todo tipo de parte de funcionarios colados en Instituciones como la Contraloría, la Defensoría del Pueblo, la Personería, instituciones supuestamente encargadas de este control.