Llegó el momento esperado por muchas personas interesadas por continuar con el “palo y el mando”, o de ingresar a ese privilegiado mundo de reuniones, viajes, congresos, lociones, perfumes, empleo para los suyos, aplausos.
Es la visión que nos hemos formado los ciudadanos, testigos presenciales de la degeneración de las costumbres sociales o la perversidad de supuestos dirigentes que, por acción u omisión, arrasaron con el departamento del Quindío y su capital.
Se supone que la persona que decide votar por determinado candidato “sabe que está eligiendo a una persona para solucionar sus problemas. Y que más allá de la política hay un ser humano implicado en la toma de decisiones trascendentes. … Elige una psicología, una forma de ser, una modalidad individual de pensar, sentir y actuar”.1
Hasta hace muy poco tenía vigencia el “quindiano vota quindiano”, cuando todos sabíamos de la trayectoria de quienes proponían sus nombres a los cargos de elección popular.
Eso ya no importa porque las campañas electorales se convirtieron en empresas electorales con toda la estructura y logística requerida por una organización comercial.
Es lo que sin pudor y en tono despectivo hacia la dignidad de un elector con mínimos conocimientos de lectura y razonamiento lógico nos anuncian bajo la denominación de acuerdo programático.
Basta un recorrido a la capital, mirar a las montañas erosionadas, cubiertas de plástico en cultivos de no sé qué para la vivencia de una realidad aterradora y el departamento aporta miles de votos en favor de congresistas que nadie los conoce y nada hacen.
Es el famoso acuerdo programático. Yo me gano un básico de algo más de un millón pesos cada día; te nombro familia en el congreso, o en la alcaldía, o en la gobernación. Te doy plata para tu campaña al concejo o a la asamblea.
Los contratos para reparcheo de vías, suministro de alimentos y refrigerios son para fulano que aportó dinero a la campaña y, no se diga más, el típico accionar de una empresa.
Empresa. Empresas que cuando se roban el dinero de los impuestos o mantienen en los cargos públicos a personas ineptas se convierten en organizaciones criminales.
Ejemplos son muchos, un alcalde, un gobernador tiene responsabilidad en funestas consecuencias de desempleo, hambre en caso de no contar con un equipo de gobierno idóneo.
Y con ese equipo de trabajo no se cuenta.
Estamos en campaña electoral con el agravante del cinismo en plena vigencia:
Cinismo:
“Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación.
“cinismo oportunista; cinismo descarado; era un mundo donde la decadencia irreversible y el cinismo elegante se habían convertido en modo de vida estéticamente aceptable”2
*Wikipedia