El consumo ocasional de alimentos quemados no implica un peligro considerable para la salud, pero convertirlo en un hábito recurrente puede afectar negativamente al organismo e incrementar el riesgo de desarrollar cáncer.
Investigaciones de la Universidad de Wisconsin en Madison han identificado que, al someter los alimentos a temperaturas elevadas, se liberan sustancias químicas perjudiciales. Entre ellas se encuentran los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) y los alquilfenoles policíclicos (PCA), compuestos asociados a problemas de salud a largo plazo.
Adicionalmente, el calentamiento excesivo de los alimentos favorece la aparición de acrilamida, una sustancia que surge en procesos de cocción a altas temperaturas. Esta molécula activa un sensor corporal denominado NF-KB, que se relaciona con procesos inflamatorios y puede contribuir al desarrollo de ciertos tipos de cáncer, así como a enfermedades neurológicas y autoinmunes, tal como lo explica el nutricionista y dietista Andrés Zapata.
Para mitigar estos riesgos, profesionales en salud aconsejan optar por métodos de cocción a temperaturas moderadas que preserven los nutrientes y prevengan la aparición de quemaduras en los alimentos. Además, sugieren mantener una dieta variada, rica en frutas, verduras y cereales integrales, que favorezca el bienestar general y reduzca la exposición a sustancias potencialmente dañinas.