Con escoba en mano y uniforme limpio, Marta Lucía Ovalle Pacheco, de 63 años, recorre las calles como operaria de barrido de Empresas Públicas de Armenia. Madre de tres hijos y vecina del barrio Popular, asegura con firmeza que el trabajo no le pesa cuando el motor es el amor por su familia.
“Me siento bien, me quiero, me amo yo misma. Porque si uno no tiene autoestima, ¿entonces quién?”, expresa con convicción. Su jornada empieza antes de que salga el sol: “Me levanto a las 4 de la mañana, hago mis quehaceres y salgo entre 5:25 y 5:30 para entrar a las 6. Trabajo hasta las 2 de la tarde todos los días”.
Aunque los sacrificios no han sido pocos, dice sentirse bendecida. “Es muy duro dejar los hijos para irse a trabajar, pero gloria a Dios mis hijos salieron buenos, ya son adultos, buenos papás y buenos hijos. Me siento muy contenta y orgullosa de ellos porque hemos estado juntos en las buenas y en las malas. Nos entendemos bien, compartimos mucho. Cuando no tiene uno, tiene el otro, pero ahí estamos”.
Separada desde que sus hijos eran pequeños, ha sacado adelante su hogar con esfuerzo y principios firmes. “Les he inculcado la honradez, el cumplimiento en el trabajo, que se hagan respetar, que no le quiten nada a nadie. A mí no me gusta el cuento, no me pego ni de una aguja, y eso les enseño”.
Es de destacar que Marta ingresó a Empresas Públicas el 16 de marzo de 1998, y desde entonces no ha dejado de trabajar con compromiso en mantener limpias las vías y espacios públicos.
A las madres que enfrentan dificultades, les envía un mensaje de aliento: “Fuerza. Pa’ delante. Muchas veces uno se siente ahorcado, pero como dicen: Dios aprieta, pero no ahorca. La plata está hecha, hay que buscarla, hay que sacrificarse por los hijos para que sean bien el día de mañana”.

