En las calles de Armenia, entre puestos ambulantes y jornadas largas, se encuentra la historia de Diana González, de 53 años, una mujer que se define a sí misma como una gran madre, hermana e hija. Vendedora informal en el sector del Parque de la Vida y madre de seis hijos, vive en el barrio Cañasgordas, desde donde parte cada mañana para sacar adelante a su familia.
“Yo me levanto, mando a mis niños a estudiar y ya me vengo a trabajar todo el día. En la noche regreso”, cuenta con naturalidad. Ser madre, dice, es una experiencia que no se puede comparar con nada. “Los hijos son muy hermosos, es algo muy bonito”.
Pero la realidad no siempre es fácil. “Lo más difícil es tener que dejar a los hijitos solos para poderme venir a trabajar. Uno trabaja en la calle y es poco el tiempo que puede dedicarles. Siendo madre cabeza de hogar, es muy duro tener tiempo para estar con ellos”, admite con sinceridad.
Aun así, cada minuto que pasa junto a sus hijos lo vive con gratitud: “Disfruto la compañía de ellos, el amor, los abrazos, las palabras amorosas que me dicen. Eso es lo que me llena”.
Diana se siente orgullosa de lo que ha logrado. Gracias a su trabajo, todos sus hijos han podido estudiar. “Les dejé la enseñanza de ser padres y madres responsables, honestos, trabajadores. Ese es el ejemplo y el honor que yo me llevo con ellos”, expresa.
A otras mujeres que enfrentan situaciones similares les envía un mensaje de fuerza y fe: “Siempre echemos para adelante, que no agachemos la cabeza. Por muchos problemas que tengamos, Dios nos da todo. No nos desesperemos, que Dios todo nos lo da”.

