En palabras cargadas de emoción, gratitud y fe, Monseñor Carlos Arturo Quintero Gómez, obispo de la Diócesis de Armenia, expresó su sentir tras la noticia del fallecimiento del papa Francisco. “Indudablemente, su muerte nos causa consternación a todos. Es un impacto profundo, porque todos hubiéramos querido que continuara gobernando esta Iglesia como lo venía haciendo”, afirmó.
Para el obispo, los últimos meses ya habían sido una señal clara de la fragilidad del Santo Padre, un testimonio de humildad que, en lugar de debilitar a la Iglesia, confirmó que está sostenida por el Espíritu Santo. “Como decía el cardenal Luis José Rueda, el Papa mostró con distintos signos su vulnerabilidad, y con ello también la grandeza de su fe”.
Monseñor Quintero resaltó la simbología del Domingo de Pascua, día en el que el Papa Francisco ofreció su última bendición urbi et orbi y recorrió la Plaza de San Pedro saludando a niños, jóvenes y familias. “Esa fue su despedida. Quizás muchos no lo advertimos en ese momento, pero su presencia ese día fue un gesto cargado de fe, amor y esperanza”, añadió.
El obispo recordó también la primera aparición pública de Francisco como Sumo Pontífice en 2013, cuando pidió humildemente una bendición al pueblo antes de ofrecer la suya. “Sus palabras siempre fueron sencillas pero profundas: ‘oren por mí’. Así vivió y así se despidió: como un peregrino de esperanza”.
En cuanto al proceso tras el fallecimiento del pontífice, Monseñor explicó que las diócesis del mundo entero se preparan para días de oración y recogimiento. “Celebramos el Santo Rosario, repicamos campanas, realizamos horas santas y nos reunimos en torno a la Eucaristía para dar gracias por la vida y vocación del papa Francisco. Más adelante, organizaremos una gran celebración eucarística en la diócesis, y esperamos contar con una participación masiva de fieles”.
Monseñor Quintero también compartió su experiencia personal con el pontífice. Aunque no pudo verlo durante su visita a Colombia, sí tuvo la oportunidad de saludarlo en el Líbano y, años antes, cuando Francisco aún era cardenal en Argentina. “Mirar sus ojos, verle el rostro, escucharle de cerca… todo eso era inspirador. Su manera de ser transmitía el rostro de Cristo. Fue un verdadero artesano de paz”.
El mensaje final del papa, remarcó el obispo, fue nuevamente un clamor por la paz, una voz que deben escuchar los mandatarios del mundo. “Francisco no era ni de una corriente ni de otra, él simplemente predicaba el Evangelio. Y eso, en nuestro tiempo, incomoda. Porque el Evangelio exige, interpela y transforma”.
Durante su pontificado, el papa Francisco impulsó reformas profundas en la estructura eclesial, combatiendo los abusos de poder, reorganizando la Curia Romana y promoviendo una Iglesia cercana, abierta, que sale al encuentro de los más necesitados. “Con la encíclica Laudato si’, con Fratelli tutti, con sus gestos y palabras, el Papa nos recordaba que la Iglesia existe para evangelizar, para anunciar que Cristo es la esperanza que no defrauda”.
Monseñor subrayó que esa esperanza se vio reflejada en la participación masiva de los fieles durante la Semana Santa, tanto en Armenia como en todo el mundo. “La presencia en los templos, el regreso de muchas personas a la fe, son señales de que este Papa tocó los corazones. Porque nos recordó que la muerte no tiene la última palabra, que el dolor no es definitivo, sino que Cristo nos ha devuelto la esperanza con su resurrección”.
Finalmente, hizo un llamado a no olvidar que la Iglesia también debe cuidar de quienes se han alejado. “Hay ovejas que se fueron por dolor, por escándalo, por dudas. Nuestra tarea es decirles: Dios les ama y les quiere felices. Eso era lo que hacía el Papa Francisco. Nunca discriminó, nunca excluyó, siempre abrió su corazón a todos”.
Respecto al futuro, Monseñor indicó que ahora corresponde esperar las orientaciones del Vaticano y de la Conferencia Episcopal. “Vendrá el Cónclave, los cardenales se reunirán para orar y discernir quién será el nuevo pastor de la Iglesia. Mientras tanto, nuestra misión es seguir orando, para que el Espíritu Santo inspire esa elección”.
Y concluyó con una afirmación contundente: “El legado del Papa Francisco es la humildad. Nos mostró el rostro de Cristo. Fue, sin duda, otro Cristo para la humanidad”.