La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que la demencia es el resultado de diversas enfermedades y lesiones que afectan el cerebro, siendo la enfermedad de Alzheimer la forma más común, representando entre un 60% y un 70% de los casos. Este trastorno neurológico provoca atrofia cerebral, afectando las neuronas y generando un deterioro progresivo en el pensamiento y el comportamiento de la persona, quien gradualmente enfrenta dificultades para vivir de forma autónoma.
El Alzheimer se caracteriza por la acumulación de versiones tóxicas de la proteína beta amiloide, encargada de la transmisión de información en el cerebro, especialmente entre las neuronas. Esta acumulación daña la estructura neuronal interna, incluyendo la proteína tau, llevando a la degeneración de las células nerviosas. Aunque no se ha identificado un factor único que cause la enfermedad, se ha sugerido que la edad, la genética, el entorno, los hábitos alimenticios y la salud en general desempeñan un papel en su desarrollo.
Recientemente, en el Reino Unido, se identificaron casos inusuales de Alzheimer que parecen haber sido adquiridos médicamente debido a la transmisión de la proteína beta amiloide. Investigadores del University College of London (UCL) y del University College London Hospitals (UCLH) describieron a un grupo de pacientes que, en su infancia, recibieron hormona de crecimiento extraída de cerebros humanos fallecidos para abordar problemas de baja estatura. Estos pacientes, sin mutaciones genéticas relacionadas con el Alzheimer, desarrollaron la enfermedad en edades tempranas.
La transmisión de la proteína beta amiloide al cerebro durante el tratamiento hormonal parece ser la causa. Aunque estos casos son catalogados como “iatrogénicos” debido a su origen en procedimientos médicos específicos, los expertos subrayan que no hay indicios de que la enfermedad de Alzheimer pueda transmitirse entre individuos en la vida diaria o durante procedimientos médicos rutinarios. Este descubrimiento, aunque excepcional, destaca la importancia de revisar las medidas para prevenir la transmisión accidental de la patología beta amiloide a través de otros procedimientos médicos o quirúrgicos.
La hormona de crecimiento cadavérica ya no se utiliza, y no hay evidencia de que la beta amiloide pueda transmitirse en situaciones cotidianas o durante la atención médica de rutina. La investigación ofrece información valiosa sobre los mecanismos de la enfermedad de Alzheimer y sugiere la necesidad de futuras investigaciones para comprender mejor las causas de la enfermedad típica de inicio tardío.