Un estudio amplio reveló que el COVID-19 ha tenido un impacto significativo en la esperanza de vida global, con una disminución de 1,6 años en los primeros dos años de la pandemia. Este retroceso representa un cambio importante después de décadas de aumento constante en la esperanza de vida.
Los investigadores del Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME) en Estados Unidos encontraron que la tasa de mortalidad aumentó en un 22% para hombres y un 17% para mujeres mayores de 15 años durante este período.
A pesar de este impacto negativo, hubo algunas buenas noticias, como la disminución de medio millón de muertes de niños menores de cinco años en 2021 en comparación con 2019. Sin embargo, se estima que el COVID-19 fue responsable de 15,9 millones de muertes en exceso durante 2020-2021, ya sea directa o indirectamente.
El estudio también destacó cómo las poblaciones envejecidas y ricas están disminuyendo en muchos países, mientras que continúan creciendo en países menos ricos. Esta dinámica plantea desafíos sociales, económicos y políticos sin precedentes, como la escasez de mano de obra en áreas con poblaciones envejecidas y la escasez de recursos en lugares con un rápido crecimiento poblacional.
En general, el estudio subraya la necesidad de una cooperación global para abordar los desafíos demográficos y de salud planteados por la pandemia, así como para prepararse para futuras crisis de salud pública.