Una reciente publicación en la revista Sleep ha revolucionado la forma de entender el impacto de la siesta en la salud. Según este estudio, la forma en que se llevan a cabo las siestas —medida de manera objetiva— podría estar relacionada con un aumento en el riesgo de muerte entre adultos de mediana y avanzada edad. La investigación, que será presentada en el SLEEP 2025, realizado en conjunción entre la Academia Americana de Medicina del Sueño y la Sociedad de Investigación del Sueño, analizó un extenso conjunto de datos de 86.565 individuos registrados en el Biobanco del Reino Unido, de los cuales el 57 % eran mujeres y ninguno tenía experiencia en turnos laborales.
El análisis mostró que el tiempo promedio dedicado a dormir durante el día fue de apenas 0,40 horas. Se observó una distribución peculiar de las siestas: el 34 % se concentró entre las 9 y las 11, el 10 % entre las 11 y las 13, el 14 % entre las 13 y las 15, el 19 % entre las 15 y las 17, y el 22 % entre las 17 y las 19. Estos ejemplos permiten inferir que las siestas prolongadas, los horarios irregulares de descanso y la prevalencia de sueño diurno en el mediodía y entrada la tarde, están asociadas a un mayor riesgo de mortalidad.
El investigador principal, Chenlu Gao, del Hospital General de Massachusetts, manifestó su sorpresa ante la elevada frecuencia y diversidad en los patrones de siesta en la muestra analizada. Gao puntualizó que personas con siestas más extensas, irregulares o concentradas en horarios centrales del día mostraron mayores índices de riesgo, aun ajustando los análisis por variables de salud y estilo de vida. Además, las recomendaciones actuales de la Academia Americana de Medicina del Sueño, que abogan por siestas de 20 a 30 minutos en horas tempranas de la tarde para evitar la «inercia del sueño», ponen de manifiesto la necesidad de reevaluar el papel de la siesta en nuestra salud.