La historia del deporte colombiano comienza en una milenaria estación previa, la de los aborígenes atletas, los muiscas, y sigue con lugares y momentos ubicados en los siglos XX y XXI, protagonizados por unos seres humanos comunes y corrientes, que supieron marcar diferencias, para plantar huellas imborrables.
El primer solitario fue Jorge Perry Villate, ese extraño boyacense que un día buscó lo imposible: ser admitido en unos Juegos Olímpicos, sin que existiera Comité Olímpico Nacional, y lo logró, en Los Ángeles 1932. Su soledad en la inmensidad olímpica se convirtió en una gigantesca piedra, sobre la cual se levantó el Comité Olímpico Colombiano.
El segundo solitario fue un cachaco bogotano, Alberto Nariño Cheyne, quien recogió la semilla de Perry y el 3 de julio de 1936 impulsó la creación del COC, es decir, la inclusión de Colombia al deporte mundial, y se inventó unos Juegos Bolivarianos que parecían inútiles e irrealizables, finalmente abiertos el 6 de Agosto de 1938, en Bogotá.