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Un estudio señala que la pandemia aceleró el envejecimiento de los cerebros, independientemente de si se contrajo COVID o no

Una investigación reciente llevado a cabo en el Reino Unido plantea que, aun en ausencia de infección por SARS-CoV-2, el cerebro podría haber experimentado un envejecimiento más pronunciado durante la pandemia. A partir de resonancias magnéticas extraídas del Biobanco del Reino Unido, los autores compararon datos de 2021-2022 con un modelo de envejecimiento típico establecido antes de 2020. En ese análisis, observaron una reducción volumétrica de la materia gris y cambios corticales que equivaldrían, en promedio, a 5,5 meses adicionales de envejecimiento cerebral atribuibles al entorno pandémico (Mohammadi-Nejad et al., 2025).

Los investigadores también evaluaron la función cognitiva de quienes habían contraído la enfermedad y hallaron déficits en la velocidad de procesamiento y en la flexibilidad mental; sin embargo, el deterioro estructural no se limitó a ese grupo, lo que sugiere que factores psicosociales vinculados al confinamiento —estrés prolongado, aislamiento y alteraciones en las rutinas diarias— podrían haber dejado una marca en la salud neuronal de toda la población (Mohammadi-Nejad, comunicación personal).

Al desglosar los resultados, el equipo advirtió que los hombres y quienes provienen de entornos socioeconómicos más vulnerables registraron un incremento mayor en la tasa de envejecimiento cerebral. Esta tendencia coincide con estudios previos que relacionan el estrés y las desigualdades sociales con un desgaste neurológico más temprano (Mohammadi-Nejad, 2025).

Investigaciones anteriores con adolescentes corroboran esta hipótesis. Según un trabajo de la Universidad de Washington, durante la pandemia el cerebro de los niños habría avanzado 1,4 años en su “edad neurológica”, mientras que el de las niñas lo habría hecho 4,2 años, frente a las expectativas pre-pandemia (Smith et al., 2024).

La metodología del nuevo estudio incluyó 15 334 escáneres pre-pandemia para enseñar al modelo de inteligencia artificial cómo envejece un cerebro sano. Luego, compararon 996 participantes sometidos a dos exploraciones: 564 antes del brote de COVID-19 y 432 con una segunda exploración realizada entre 2021 y 2022. Esta separación permitió aislar los efectos del entorno pandémico sobre la anatomía cerebral (Mohammadi-Nejad et al., 2025).

Aunque todavía no está claro si estos cambios estructurales desembocarán en déficits cognitivos a largo plazo, la neuropsicóloga Jacqueline Becker destaca que sólo quienes padecieron la infección mostraron alteraciones en pruebas de memoria y atención, un dato que apunta a un doble impacto, biológico y psicosocial, de la pandemia sobre el cerebro (Becker, 2025).

Para Adam Brickman, este trabajo refuerza la idea de un envejecimiento acelerado, pero aún exige seguimiento para determinar si ese “envejecimiento extra” persiste o se revierte con el tiempo. Brickman subraya que, de confirmarse a largo plazo, las intervenciones preventivas —como ejercicio físico regular, control de la presión arterial, higiene del sueño e interacción social— podrían mitigar estos efectos en la población general (Brickman, 2025).