Por: Tatiana Cardona López
Docente EAM
En ocasiones puede suceder que después de escuchar una canción, nos sorprendamos tarareándola durante todo el día. Incluso si esa canción ni nos gusta y aun si no nos sabemos su letra, es difícil salvarse de su ritmo pegajoso.
Esta mañana me sorprendí tarareando la melodía de la alarma de mi celular, no sé a cuántas personas les pase igual. Lo cierto es que si lo que tenemos en la cabeza no es el ritmo de una buena canción, sino el de un aviso que se programa con anticipación en un dispositivo para recordar algo o solo despertar, algo anda mal. No solo porque dejamos de emplear la memoria, sino porque en lugar de manejar el tiempo, es este el que nos maneja a nosotros.
Todo está condicionado por un horario específico: la hora de levantarse, las comidas, la jornada laboral, la hora de dormir… Tanto así que tener un dominio del tiempo de forma adecuada define a las personas como puntuales o impuntuales. Lo cierto es que existe una sensación generalizada de que el tiempo cada vez es más corto, alcanza para menos o como defienden algunos, va más rápido.
Los días pasan a veces sin darnos cuenta y cuando apenas nos encontramos comenzando un año, ya estamos en Semana Santa y después de vacaciones intersemestrales, más rápido que tarde, ya pensamos en desenredar las luces de Navidad y compramos ovejas nuevas para el pesebre.
¿Cuántos minutos en un día? ¿Cuántos días en un año? Y no siempre somos conscientes de en qué empleamos nuestro tiempo. Días enteros en vano, horas invertidas en cualquier cosa. Y no se trata de tener que estar siempre haciendo algo, sino de tener mayor conciencia de cada segundo, de cada respiro y de cada pensamiento.
Sería interesante hacer un balance al final del día en el cual podamos preguntarnos ¿Qué hice hoy con mi tiempo? ¿Valoré cada segundo? Y nos encontráramos con una respuesta afirmativa que nos llenara de satisfacción.
El escritor colombiano Mario Mendoza manifiesta en una entrevista que circula por redes sociales, que hemos perdido el asombro por estar vivos y coincido con él en la necesidad de maravillarnos con cada amanecer, con el milagro de respirar y con la maravillosa oportunidad de seguir aquí. Sí, el tiempo pasa volando y los días ya no parecen tener 24 horas. Hagamos entonces lo necesario para que cada despertar valga la pena.