Según Camilo Herrera, fundador de la firma de investigación Raddar, en Latinoamérica cerca del 30% de la población se dedica a labores informales comercializando bienes, y en algunos casos, servicios. Mientras que cientos de empleados en el país suspendieron labores y se confinaron en sus hogares para evitar la propagación del Covid-19, miles de trabajadores informales se encuentran en la incertidumbre debido a la imposibilidad de salir a las calles a “rebuscarse lo del día a día”.
Tintos, frutas y verduras, ropa y hasta comida, son algunos de los más comunes productos y servicios con los que millones de trabajadores informales de latinoamérica subsisten a diario. Sin embargo, debido a las restricciones de movilidad y a la suspensión de actividades que involucran aglomeración de público, sumado ahora a la cuarentena obligatoria que regirá a partir del miércoles, se ha observado como algunos comerciantes se arriesgan a sanciones por el desespero de la incertidumbre económica, y salen a las calles a vender sus productos.
Por otro lado, no todo ha sido malo para los trabajadores informales; en ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, se ha incrementado hasta en un 200% el pedido de servicios en plataformas digitales como Rappi o Uber Eats, dinamizando la economía a través de estas aplicaciones que emplean a miles de domiciliarios que están exentos de la medida de aislamiento.
A pesar de los anuncios que ha realizado el presidente Iván Duque de aumentar los pagos de programas como Familias o Jóvenes en Acción, miles de colombianos que no se encuentran bajo el amparo de estos programas estatales aguardan por 20 días de incertidumbre. “Latinoamérica a diferencia de China, Europa y Estados Unidos tiene el gran reto de la informalidad, dependiendo del país que uno mire esta tiene un peso distinto” indicó a la agencia EFE Camilo Herrera.