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Un estudio sugiere que practicar ayuno intermitente tendría efectos positivos en el rendimiento cognitivo

Un estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga evaluó los efectos del ayuno intermitente en días alternos (ADA) sobre la función cerebral en 96 adultos con obesidad. Los participantes se dividieron en tres grupos durante 12 semanas: dieta mediterránea hipocalórica, dieta cetogénica y ayuno intermitente alternando días de alimentación normal con restricción calórica severa.

Aunque los tres grupos perdieron aproximadamente 7% del peso corporal, el grupo de ayuno intermitente mostró mejoras superiores en memoria de trabajo, velocidad de procesamiento y control ejecutivo. Los investigadores observaron una reducción significativa de marcadores inflamatorios como ferritina y proteína MCP-1, además de cambios favorables en la microbiota intestinal con aumento de bacterias productoras de butirato.

Francisco J. Tinahones, colíder del estudio, explicó que desde una perspectiva evolutiva, el ayuno intermitente podría mejorar el rendimiento cerebral durante períodos de escasez alimentaria. Los experimentos en ratones confirmaron que la microbiota de los participantes del grupo ADA mejoró la función inmunitaria cerebral y redujo la neuroinflamación.

Los especialistas consultados señalaron importantes limitaciones del estudio. La doctora Mónica Katz consideró que se trata de investigación preliminar con apenas tres meses de duración, advirtiendo que muchas personas que practican ayuno intermitente terminan comiendo desordenadamente en horarios nocturnos, lo que puede generar compensación alimentaria problemática.

Marianela Aguirre Ackermann destacó que el estudio incluyó solo 96 personas divididas en tres grupos, reduciendo la potencia estadística. Además, no todos los cambios cognitivos fueron contundentes y los mecanismos siguen en investigación.

Ambas especialistas coincidieron en que los planes rígidos no son sostenibles para toda la población. Katz sugirió que la mejor opción es comer regularmente según la cultura alimentaria de cada persona, mientras que Aguirre Ackermann enfatizó la importancia de personalizar el tratamiento según las necesidades, objetivos, horarios y emociones individuales.

El propio equipo investigador reconoció estar en una etapa temprana para hacer recomendaciones dietéticas personalizadas basadas en la microbiota individual, requiriendo estudios más amplios y prolongados para confirmar los beneficios neurológicos observados.