Por: Tatiana Cardona López
Docente EAM
Cuando comienza un nuevo semestre, siempre me ha llamado la atención encontrar el nombre de un estudiante que el semestre anterior cursaba una carrera, en la lista oficial de otro programa completamente diferente. Lo preocupante no es que el futuro Ingeniero de Software, quiera después ser Negociador Internacional, sino observar cómo dos semestres más tarde desea convertirse en Diseñador Visual Digital.
El año pasado leí un artículo que el pedagogo Julián de Zubiría publicó en la Revista Semana sobre la importancia de crear en las universidades, una cátedra que se llamara Proyecto de Vida. La propuesta que el autor mencionaba, ya es una realidad en ciertas instituciones a nivel mundial y pretende trabajar sobre la inteligencia emocional de los jóvenes.
El artículo me caló hondo, a tal punto que al día siguiente de haberlo leído, hablé en clase sobre él con los estudiantes y les expuse cómo mis ideales estaban sincronizados con el pensamiento del autor. Y ante la pregunta ¿Cuál es su proyecto de vida?, el silencio fue la única respuesta.
Sin embargo, considero que no solo es cuestión de trabajar sobre un proyecto de vida, sino la importancia de saber qué se quiere estudiar y más que eso, a qué quieren dedicar su vida. Y esta es, tal vez, una de las principales causas de deserción en las instituciones de educación superior. Los jóvenes no saben qué estudiar, no conocen a profundidad el programa en el que se inscriben, no saben si tiene habilidades para desempeñarse en él o, en el peor de los casos, estudian una carrera por presión familiar, porque si los tíos, abuelos y padres han sido médicos, abogados o contadores, cómo va a inclinarse el joven por las artes plásticas. Inaceptable.
La realidad es que hay una suma de factores que pueden permear la elección de una carrera y de igual manera, el desarrollo profesional de las nuevas generaciones. Una de ellas es la orientación vocacional de algunos colegios, en donde la hay, que se limitan a programar ferias universitarias en las cuales la oferta es inagotable y la información no siempre es suficiente. Cuando este ejercicio no va acompañado de la debida indagación sobre los saberes del estudiante, sus aptitudes, sus talentos; cuando el proceso es masivo y se cumple únicamente con dar información sobre precios, programas y créditos, el proceso deja de ser efectivo y olvida lo fundamental que compone una decisión tan importante como elegir una carrera: tener claro un objetivo.
Se hace necesario y urgente, comprender que los estudiantes requieren un acompañamiento individual en las instituciones educativas, para determinar sus fortalezas y tomar así una determinación a conciencia de aquello que quieren estudiar.
Otro factor que puede presionar esta decisión, como ya lo mencioné, es la presión ejercida por el núcleo familiar y la tradición que en este exista sobre las profesiones de otros miembros de la familia. Una presión que, además, puede estar ligada al prejuicio que se tiene sobre lo lucrativa que pueda ser dicha profesión. En no pocas ocasiones, los estudiantes comienzan una carrera llevados por la manipulación y convencidos de que es la correcta, para posteriormente desertar y buscar la que realmente les apasione.
Y por último, no se puede dejar de lado el componente económico, pues es innegable que no todos los futuros profesionales pueden estudiar la carrera que les apasiona y se ven obligados entonces, a decidir pensando más en sus posibilidades que en sus sueños. En este contexto, las limitaciones pueden terminar en dos rumbos diferentes: cultivar el amor por lo que finalmente pudieron estudiar o desarrollar la frustración por no haber conseguido lo que en realidad se quería.
Recuerdo la frase que mi profesor de Radio repetía con frecuencia “uno tiene que saber para qué es bueno y a eso dedicarse”. Valdría la pena implementar la cátedra propuesta por Zubiría y cuestionar un poco al estudiante sobre sus motivaciones para estar sentado allí en el salón de clases. Indagar en sus sentires hacia la carrera que ha decidido estudiar y orientar de cierta forma sus potenciales para que logremos así disminuir los altos índices de deserción que muestran las encuestas a nivel nacional.