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TURISMO Y AUTORIDAD

TURISMO Y AUTORIDAD

Durante varios años muchos afortunados hemos asistido en Armenia a la presentación de un espectáculo digno de los mejores escenarios de carácter internacional.

La magia de danzar. Dos horas, con 120 jóvenes en deslumbrante armonía de coreografía y armonía escénica.

En otros lugares donde brille la inteligencia, el sentido común, los responsables de este maravilloso espectáculo ya estarían articulados con el gobierno.

Sería un atractivo para ofrecer a quienes, con dinero en mano, viajan en plan de turismo generando divisas, produciendo empleo y riqueza para la región.

El Quindío es presentado como el segundo destino turístico de Colombia y Armenia como ciudad dormitorio porque no tiene nada para ofrecer; puede ser cierto, y todo obedece a que las personas encargadas de esta tarea no tienen conocimientos de lo que significa el turismo dentro de la economía.

Estamos en pañales porque desde el mismo momento en que se arriba al aeropuerto, las dificultades se convierten en carta de presentación de la ciudad.

Durante muchos años la clase dirigente acabó con toda norma de respeto a lo que signifique vida digna y los resultados no se pueden esconder.

Estamos sumergidos en un mar de basura y carencia de autoridad.

Nuestra ciudad tiene un problema serio de manejo de basuras con alta incidencia en el irrespeto a los derechos humanos pues un entorno sucio necesariamente afecta la salud de las personas sin pedir permiso o pasaporte.

Es la delicia de observar parques, estadios, plazas públicas, monumentos, avenidas en ciudades donde la persona no se atreve a arrojar un papel, un chicle o colilla de cigarrillo al piso.

Y muchísimos turistas llegan de ciudades, países donde la basura observada en las calles les cabe en el bolsillo de la chaqueta.

La plaza de Bolívar de Armenia lo dice todo, residentes permanentes, generando desechos que en la mayoría de los casos terminan en el piso.

La plaza de Bolívar es el sitio de convergencia de residentes y visitantes, algunas veces representantes del alto gobierno que deben ser testigos de un lugar lleno de charcos de mugre, piso sin color definido, ambiente enrarecido por la contaminación.

Los señores vendedores de tinto, de frutas; los señores lustrabotas, los vendedores de revistas y periódicos, todos los que se benefician de la actividad comercial de la plaza tienen el deber de conservar en perfectas condiciones su sitio de trabajo.

En derechos humanos tenemos deberes, que de no ser cumplidos merecen la intervención de la autoridad, y autoridad es lo que hace falta.
Allí muy cerquita, arrojar una colilla de cigarrillo, o un papel al piso te cuesta medio millón de pesos de multa.
Allí muy cerquita, dejar caer la ciudad en los miles de cráteres de la malla vial, te cuesta el puesto.

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